martes, 31 de agosto de 2010

Y el campamento…nunca llegó (Trabajo de Lenguaje, prohibida la copia o sacar ideas)


P

ara mí el día inició temprano hoy, la alarma sonando a las seis en punto, pero claro TENIA que empezar temprano, si hoy era el inicio de un campamento que jamás olvidaría por el único y simple hecho de que estaría junto a mi promoción. A mi parecer mi promoción es única, hay tanta autenticidad, originalismo y de lo que sobra (y bastante debo decir) es de los chistes, las bromas, nunca nos hacen falta.

Ya era tarde, después de pensar en lo genial que iba a ser aquel campamento, me di cuenta que eran las seis y treinta y cuatro, ¡Y es que la hora pasa (realmente) volando!

Llegué al colegio finalmente, teníamos que entrar por la puerta de la comunidad, ya se estaba armando el grupo de padres de familia (más madres que padres) en la puerta del colegio. Debo aceptar que no somos jóvenes, pero tampoco unos niñitos, aunque creo que lloraría si no veo a mi mamá despedirse de mí por la ventana en la partida de cada visita de estudio (y claro, también correr tras el bus para causar un poco de gracia a mis compañeros, debo admitir que lo detesto pero luego escucho los comentarios: “La mamá de Alessandra es un mate de risa” y no me queda más que pensar que es cierto).

Se inicia el viaje, claro con la oración para que todo salga bien, pero creo que esta vez no rezamos con mucha devoción y las consecuencias se vieron más tarde…

A mi lado estaba sentada una de mis dos mejores amigas, Lucia. Ya habíamos planeado sentarnos juntas desde inicios de año…desde que la conocí. Ella es una gran persona, y adoro su sentido del humor, en eso coincidimos, y mucho…

El problema inició cuando empezamos a andar por la carretera, se sentía el desnivel de la tierra (o al menos por un momento eso creímos). Lucia y yo empezamos a hacer bromas con estos movimientos tan fuertes, empezamos a tirarnos encima una de otra y hacer chistes, fue muy divertido, aunque la diversión acabó pronto…muy pronto diría yo.

En menos de medio segundo (un micro segundo) el chofer perdió el control de la costera, al parecer los frenos no funcionaban y el timón no dirigía hacia donde se quería. Todos en la costera empezaron a perder la calma, yo y lucia éramos pocas de las que estábamos serenas. Todos estaban abrazados, todos menos ella, que no tenía en quién, ni con quién respaldarse. Ver ese cuadro tan triste de desesperación solitaria fue lo que más impacto me dio. Mas aún del asustarme y creer que iba a morir. Su nombre era Cecilia, conocida por no tener un grupo definido de amigos o amigas. Triste biografía ¿no creen?

Lucia y yo nos miramos por un segundo, y sabíamos que estábamos pensando lo mismo. En ese instante, sin pensarlo más, llamamos a Cecilia para que venga con nosotras. Ella tan tímida como siempre lo es, se acercó rápidamente a nuestro espacio en la costera. Todos ya estaban listos para lo que iba a suceder, estábamos a un milímetro de estrellarnos, luego de eso vi una luz (y pensé: ¿el fin del mundo?), creo que me desmallé, tengo escenas borrosas de aquellos segundos temblorosos.

Me despertaron con un chorro de agua helada. Estábamos en un lugar caluroso, y por cierto, muy lindo. Después de examinar el contexto donde nos encontrábamos las tres (y no logramos deducirlo al instante) intentamos comunicarnos con los demás, pero no teníamos ningún medio (raramente no lo teníamos, ¿Qué paso con el celular? Desapareció).

Más tarde estuvimos riéndonos y olvidando todo lo sucedido, hasta que sucedió algo muy extraño. Nos dimos cuenta que estábamos en un lugar desértico y este, no tenía fin.

Bastaron unos minutos para comprender dónde nos encontrábamos. Sí, estábamos en el cielo. Ahí fue donde aprendí a querer a Cecilia. Ahí fue donde nos quedamos, sin notificar nada más. Creímos que seríamos quienes más seguras estarían en la costera por ser las más serenas. Pero fue totalmente distinto. Y hoy me pregunto… ¿Dónde me encuentro?